baldosas

«El día que firmamos la compra del piso, en las escrituras venían más metros cuadrados de los que realmente percibíamos mi marido y yo a primera vista. De pronto, llegó el confinamiento y mis suegros se vinieron a vivir con nosotros. Como no sabían qué hacer con su tiempo empezaron a arreglar las baldosas de la pared del baño, que hacía mucho que estaban rotas, y ‘voilà’, se encontraron con la habitación oculta y los nuevos inquilinos, las ratas, humedad por todos lados y sobre todo, una familia que podría perfectamente haber sido los Frank en la segunda guerra mundial. En ese momento, mi familia y yo éramos felices, habíamos conseguido 5 metros cuadrados de más durante el confinamiento».

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