La vida es sueño

La vida es sueño fue escrita en el siglo XVII, por un hombre, Calderón de la Barca, religioso por necesidad familiar y culto, muy culto, por demanda moral. Calderón escribió en esta obra los soliloquios más famosos del teatro español hasta la fecha, tan famosos que el pueblo en 2020 puede continuar: “la vida es sueño y los sueños…”. La vida es sueño es más que Segismundo, su protagonista masculino, encerrado en una torre. La vida es sueño también es Rosaura. 

Rosaura es una mujer que ha sido abandonada por su novio por ambición real. Astolfo, el novio de Rosaura, cambia de país para postularse como aspirante a la corona del reino de su tío, viejo y sin descendencia. Para semejante empresa, Rosaura carece de linaje, no tiene padre, es hija de madre soltera. Una combinación muy lejana de lo que se espera, todavía hoy, de una reina. Con la marcha de Astolfo, Rosaura queda sin honor. Ha sido usada y abandonada, nadie la querrá ya. Sin padre que la defienda, su vida vale la muerte. Sin embargo, Rosaura no acepta su sino. Toma hábito de hombre, fue su forma de empoderarse, y marcha tras Astolfo para recuperar su respetabilidad. Rosaura rompió todas las barreras de género, montó a caballo como un hombre, se presentó en el campo de batalla vestida ya de mujer, luchó sin esconderse ciñendo la espada y exigió su fama. No fue un sujeto paciente, tomo acción, fue responsable de su vida y consiguió su objetivo. Recuperó su fama casándose con Astolfo, el hombre al que se había entregado por amor seducida con bellas promesas. Bien es verdad, que es el rey Segismundo el que le concede la gracia, pero solo porque ha entendido que es justo el equilibrio. Segismundo comprende que el respeto entre hombres y mujeres debe ser ley y así lo manda.

Rosaura pudo ser un modelo de mujer empoderada, pero quedó oculta bajo una obra con temas tan “importantes” como el conflicto entre el destino marcado por los astros y el libre albedrío individual, la bondad de la sangre real y los enredos de palacio. Ninguno tan relevante, no obstante, como la igualdad entre los dos géneros de la humanidad.