
Estos días me asalta un pensamiento de fondo, de voz bajita pero de espalda ancha. Quizás es un calvito musculoso. Hay mujeres que destacan profesionalmente y que son temidas por ello. Hay mujeres que son diferentes en su trato, llaman la atención sobre la normalidad mediocre y son escrutadas desde las esquinas por ello. Ellas lo detectan, y conscientes de vivir bajo la lupa, se agarran a la vida despeinada que las hace feliz.
Hay hombres que lloran, que eligen no responder a la corriente imperante que los rodea y que deciden mostrar sus cosquillas, sus temores, sus músculos y sus depresiones. Hombres, que como las mujeres despeinadas, son guerreros disfrazados de profesores o pianistas.
Imagen de Julia Schwab en Pixabay