Transexualidad

No hace mucho conocí la historia de una chica, adolescente, que había tenido todo el valor de reconocer su disgusto con su identidad física y decidido, a esa difícil edad en la que todo bulle, hacerlo público y dar el paso para su bienestar. La chica se convirtió en chico, se cambió a nombre de chico en medio de un curso escolar regular, de manera que en enero era femenina y en febrero masculina. Sus compañeros, sus profesores, su entorno lo aceptó. No había qué decir, nada que objetar. El chico había sido valiente y sincero. Las personas que lo acompañaban en su día a día solo tenían el derecho de quererlo en su identidad. Nada más. Eso es la sociedad. 

Todo el revuelo de debates vacíos es superfluo, no hay qué objetar. El ser humano, la humanidad nace libre y sin diferencias. Los bebés no entienden de color de la piel, de atributos de género o de prejuicios. Los bebés sienten. Volvamos a recuperar la ternura con la que nacimos.

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay