Fragmento
«(…) Llegó el momento en que todos callamos, se hizo un silencio solemne que presagiaba la aparición de algo sublime, prodigioso.
Uno a uno se descalzaron, yo también me desprendí de mis zapatos… y comenzamos el ritual de subida. Cada uno nos situamos delante de la torre más cercana y empezamos su escalada. Reinaba un profundo silencio, sólo roto por el roce de nuestros ropajes. Subíamos ligeros, como plumas, pisando cada objeto como si formase unas escaleras perfectas. Llegamos a la cima, más allá de los techos de la casa, y seguimos ascendiendo pisando el aire. Flotábamos en el cielo del atardecer. Eramos los funambulistas de lo etéreo, caminando sobre el aire, perdiéndonos en la lejanía de lo más alto».