Fragmento
«[…] Se ocupó de limpiar, fría y meticulosa, cualquier huella suya. Con sus guantes de médico cambió todo de lugar y sacó una segunda Makarov PM. La colocó en la mano de Rivelles para que ni la familia ni los forenses tuvieran duda alguna: el idolatrado expresidente había decidido poner fin a su historia, abrumado por el esfuerzo de seguir ocultando la cara oscura de su antiguo gobierno, por el peso de tantos crímenes, martirizado por la voz de su consciencia. Una hora más tarde, felina como ella sola, Irina Paulova recorría los pasillos del aeropuerto de Barcelona en dirección a su jet privado. Su próximo destino: Venecia».