Fragmento
«A todos nos llega ese momento en la vida en la que todo se ha vuelto rutina. Te despiertas al amanecer, te levantas y miras como la persona que lleva durmiendo a tu lado casi dos décadas sigue ahí. Te duchas, te embutes en un traje de chaqueta y unos zapatos de tacón, te maquillas tapando arrugas que delatan la edad, pero sin parecer que llevas una gota de pintura sobre la piel, bajas al garaje, te subes al coche y una vez sales por la puerta que separa la casa del resto del mundo conectas el teléfono para que tu secretaria te vaya leyendo la agenda mientras conduces camino al trabajo».
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