Fragmento

«¡No estés triste princesa!
¿Dónde había ido a parar esa voz que en las ocasiones en que ella se veía desbordada acudía en su auxilio y, con las cuerdas fuertes de sus brazos, extraía del infausto pozo donde caía cada vez más a menudo, secuestrándola, y, trayéndola de nuevo a la luz?
Odiaba el ruido del teléfono…Ese artefacto siempre portador de algo inquietante, removedor, perturbador…Una llamada cambiando de lugar los asientos de una vida…
Aquel día podría haber sido uno de tantos, pero el puto teléfono que no paró de sonar hasta dar con ella, fue el responsable de la tiniebla que cubrió el resto de su existencia…
¿El teléfono? Siempre se lincha al cartero…el teléfono solo era el vehículo que pasaba la información, el «hecho» es lo macabro, no quien lo difunde.
Cuando aquella mañana el operario de telefonía se presentó con su maletín y, comenzó a examinar cable por cable, habitación por habitación hasta revisar la casa entera, ella, sintió que de nuevo la tragedia se avecinaba…
«Deje ese cacharro del diablo mudo, haga el favor» estuvo a punto de espetarle, pero claro ¿Qué culpa tenía el imberbe muchacho atado a un trabajo no elegido?
De pronto recordó que, en algún cajón de un mueble, donde el tiempo había dejado su impronta cubriéndolo todo con la sábana del olvido que cubre aquello que jamás ha de salir a la luz, seguía guardada la pistola causante de su redención, pero que a cambio le dejó un subsistir de asalto en forma de teléfono.
Fue automático, sin pensar, no tuvo que aplicar carga, estaba intacta, tal y como quedó el día de marras.
¡Pummmmm!
Un estallido, el ruido de la bala al impactar contra el aparato y, este voló por los aires en mil partículas interestelares.
«Bienvenida tristeza» …Y le hizo un hueco en el lugar vacío de su alma; fue elegida a partir de aquel momento como compañera de camino.
El tiro de gracia, redentor, acertando en la diana del horizonte».
La llamada