Fragmento

«Era un milagro, un maremoto, un zafarrancho. Era un deslumbramiento, una revelación, un amour fou. Era un idilio, una enormidad, una caída del caballo. Era una vida nueva, alegre, acelerada, elemental; ya no de letras y cifras, de horarios, de abstracciones, sino de tocar con las manos y besar con los labios, de oler a leche y a caca, de abrazar piel contra piel; una vida nueva de baños espumosos, patos de plástico amarillos, biberones calientes, elefantes rosa que al apretarlos silban, almohadones mullidos, lámparas musicales. Mi hija (mía, mía, la había fabricado yo) era suavísima, delicada y perfecta, como una rosa».

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Laura Freixas

 
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