Fragmento
«[…] Sentada en el mullido banco que ocupa la parte inferior de la ventana y que las dos últimas noches me ha servido de cama improvisada, observo sobrecogida el jardín. Todas las luces de los farolillos y los focos que normalmente lo iluminan permanecen apagadas sumiéndolo en una oscuridad solo mitigada por la luz de la luna, que con su manto plateado baña árboles, plantas y flores confiriéndoles un aspecto mágico, haciéndolos brillar de forma casi irreal, y por los pequeños puntos de luz que las luciérnagas van depositando aquí y allá cada vez que se posan en algún sitio. Absorta, sigo su vuelo por la negrura del cielo y, sin poder evitarlo, mi mente retrocede muchos años atrás. El sentimiento de nostalgia que me oprime el pecho es tan fuerte que me duele respirar, y la sensación de soledad que se apodera de mí se vuelve insoportable. Quiero dejar de mirar, parar de perseguirlas con la vista para esconderme y escapar de los recuerdos y las emociones que me provocan, pero soy incapaz de apartar los ojos de esas pequeñas luces que revolotean ante mí como pequeñas estrellas descendidas del cielo».