
Ahora que ya empieza junio, ahora que ya llega el verano y desaparece la angustia del confinamiento, voy a dejar a las mujeres en la literatura para un tiempo más frío. Quiero usar el verano para hablar del ahora, de mis contemporáneas e, incluso, de mí.
Después de tantos días de confinamiento que acabaron siendo meses que cambiaron el invierno por la primavera, salí a cenar. Brindamos y propuse un canto a la salud seguido por un vocativo en femenino. Eso sí, había un hombre entre nosotras y mi vocativo estaba en femenino. No fue intencional, salió de manera natural. El confinamiento se había adueñado de mis palabras y había dejado en casa el miedo a la polémica, la manta que nos cubre a las mujeres hasta hacernos invisibles en el lenguaje. Había salido volando por mi boca usando unas alas que había estado tejiendo desde mucho tiempo atrás.
No hubiera reparado en mi vocativo femenino de no ser por el señor que se sintió excluido, y que hizo un gesto de muñeca asociado a la homosexualidad para denunciar su expulsión del brindis. No pude dar crédito. Le expliqué que en pleno siglo XXI podía darse por aludido dentro de un femenino pronunciado en una mesa de tres chicas y un chico. Entonces, habló de la RAE y su defensa del masculino como género no marcado. Mencionó la inexistencia del género neutro en español y puso el colofón a su relato alegando que considera que deben resolverse muchos asuntos antes que establecer debates en torno al lenguaje.
Ante tal embestida, mi perplejidad. No puedo entender cómo se pueden tener tales distorsiones por certeras y tan pocos complejos como para dejar salir esas palabras en una mesa de tres chicas en pleno año 2020. De repente, su mentalidad, su cosmovisión y hasta su pensamiento político estaban delante de mí. Podía verlo con claridad y deseaba volver atrás en el tiempo para haber callado en el brindis.
Solía pensar que estas cuestiones se limaban con la edad; pero con mi edad he aprendido que no. Sé que estamos en un momento en el que está de moda dejarse llevar por opiniones que no necesariamente están basadas en la ciencia o el conocimiento; pero no pensé que en mi círculo también aparecieran estas modas. No pensé que mi primera cena tras el confinamiento iba a estar colonizada por un Trump disfrazado de moderado intelectual feminista.
Si alguien se pregunta qué dijeron las otras dos chicas, os lo digo. No dijeron nada.