«Iba tan tranquilo caminando por la Diagonal con Paseo de Gràcia. Cuando llegó a la altura de la Diputación provincial, el jabalí miró hacia la estatua de la jirafa coqueta, la rodeo un par de veces haciéndole una fiesta. Luego se sentó a comer los restos de una bolsa de patatas que había justo al lado de la estatua, a dos patas. El paseo estaba vacío, y el jabalí solo. Siguió corriendo Rambla de Catalunya hacia abajo hasta que llegó al cruce con calle Provença, giró a la izquierda, se paró en el número 222, movió la cabeza hacia un lado y hacia el otro. La puerta se abrió y entró en el edificio».